sábado, 31 de diciembre de 2016

César González-Ruano / El arte del engaño



González-Ruano: el arte del engaño

Un libro investiga la leyenda negra del escritor en el París ocupado por los nazis

Fue juzgado por la Francia libre y condenado a 20 años por colaboración con el enemigo

    AMELIA CASTILLA Madrid 2 MAR 2014 - 00:41 CET


    El escritor y periodista César González-Ruano / FOTO CEDIDA POR LA FUNDACIÓN MAPFRE (EL PAÍS)
    Si esta historia fuera una película debería rodarse en blanco y negro, regada con sobredosis de alcohol y colillas humeantes en un cenicero. Al modo César González-Ruano, el periodista de turbia y oscura biografía al que ¡sus amigos! definían con media sonrisa como un tipo amoral y sus enemigos como un periodista "comprable", un tipo con talento pero poco fiable. Trabajó en muchos de los periódicos de la época pero como corresponsal de ABC en Berlín durante los seis primeros meses en el poder de Hilter fue testigo de la noche de los cristales rotos y el decreto de las leyes que prohibían los matrimonios mixtos de los que dejó constancia en artículos con las dosis de antisemitismo que marcaba la época. A lo largo de su vida, escribió unos 30.000 artículos, crónicas y entrevistas y, hasta el año pasado, dio nombre a un premio periodístico que ahora se ha reconvertido y pasará a llamarse asépticamente Premio Mapfre de Relato Corto. Definió su oficio como "tocarle los cojones a los ángeles" y en su agitada existencia no hizo otra cosa en la tierra. Un libro, El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el París ocupado,que Anagrama publica el 19 de marzo, profundiza en la leyenda negra del escritor y sus negocios clandestinos. Hasta ahora se sabía que que traficaba con joyas y cuadros pero rumores nunca probados apuntaban que también podía haber tenido que ver con el mercado negro de salvoconductos para los judíos que huían desesperados de los nazis. Rosa Sala Rose y Plácid García-Planas han pasado tres años investigando la vida del escritor. “Ha sido una inmersión total en el personaje. Hasta ahora nadie se había centrado en esa etapa concreta de su vida”; cuenta García-Planas.
    En el periodo comprendido entre 1940 y 1943, Ruano (Cuenca 1903- Madrid 1965) mantenía abiertas tres casas en el París ocupado, una de ellas de un judío huido al que desvalijó. Había llegado huyendo de Berlín, acompañado de su compañera Mary de Navascués y su hijo César, recién nacido. La única época en que no trabajó como periodista hacía fiestas e invitaba a paella a los surrealistas de Montparnasse con los que colaboraba. En el París ocupado había lobos en todos los bandos. Sobrevivir era un infierno. Escrito a cuatro manos, El marqués y la esvástica refleja las contradicciones, dudas y la aventura de la investigación a lo largo de casi 500 páginas. Sala sostiene que el relato de los hechos deja patente el ambiente de la colonia española establecida en París,  donde “la podredumbre moral abarcaba a gente de izquierdas y de derechas”.
    En 1942, cuando Ruano fue detenido por la Gestapo guardaba en los bolsillos de su impecable terno un pasaporte en blanco de una república americana, un diamante del tamaño de un huevo y un fajo de 12.000 dólares. Pasó 78 días en la prisión militar de Cherche-Middi y fue sometido a más de un falso fusilamiento. Al abandonar la cárcel, la Gestapo no lo perdió de vista.
    Al acabar la guerra, Ruano abandonó la Francia libre y volvió a España. Sin embargo, su paso por el París ocupado había dejado asuntos sin resolver. El marqués y la esvástica desvela con documentación extraída de los Archivos Nacionales franceses que fue sometido a un proceso de depuración, tras la denuncia de Adam Babiquian, un sastre armenio con el que compartió celda, que lo acusó de trabajar para los alemanes informando de lo que pasaba en la cárcel. La sentencia lo condenaba a 20 años de trabajos forzados por "inteligencia con el enemigo" y a la indignidad nacional. Pero Ruano no cumplió esa pena. En 1943 regresó a España y retomó su brillante carrera como cronista. Al fin y al cabo, los suyos habían ganado la guerra. Amnistías posteriores borraron casi todas las huellas de la condena.
    Rosa Sala Rose  y el periodista Plácid García-Planas han visitado 20 archivos, viajado a 8 países e interrogado a testigos y recorrido los lugares por los que pasó "el marqués de Cagigal" (un título nobiliario al que creía tener derecho) pero no han podido demostrar las acusaciones que el anarquista Eduardo Pons Prades lanzó contra él y que lo vinculaban con la matanza de judíos. La trama, según esa versión, se iniciaba en París en la embajada de España y acababa en Andorra donde falsos pasantes conducían hasta las montañas a los desesperados fugitivos y los ametrallaban o los abandonaban a su suerte. Entre la numerosa obra del historiador Pons Prades figura El mensaje de otros mundos, donde narra las siete horas en que fue abducido por un ovni en los Pirineos. Según este testigo la pista, que supuestamente conducía hasta Ruano, falso agregado cultural de la Embajada de España, la habría proporcionado un ingeniero químico apellidado Rosenthal al que los anarquistas encontraron herido cerca de Andorra. La información procedía a su vez de Manuel Huet Piera, miembro de los grupos de acción directa de la FAI e impulsor de uno de los grupos de acción directa de la CNT y pasador de fugitivos en la zona de Andorra tras acabar la guerra civil. Se trata solo de testimonios. La prueba definitiva para inculpar a Ruano, si es que existe, se ocultaría con los papeles de la Gestapo en la Francia ocupada que no se han hecho públicos.
    En esa misma línea de investigación, los autores han descubierto un papel con una declaración firmada por el doctor Wissman de la embajada alemana en Francia en la que lo describe así: "Vivía del trapicheo en el mercado negro, del proxenitismo y del tráfico de salvoconductos". Sobre su detención por la Gestapo, bajo la acusación gravísima de promover la evasión de los enemigos del Reich, se habían desarrollado antes algunas teorías que los autores del libro sacan de nuevo a relucir. En los dietarios de Joan Estelrich, jefe de prensa y propaganda de Franco se interpreta así su arresto y puesta en libertad por la Gestapo: "Entonces usted no ha querido favorecer a los judíos, usted solo ha querido estafarlos". "Sí". "Usted no es un agente de los judíos, usted solo es un sinvergüenza".


    González-Ruano y su compañera Mary de Navascués. / FOTO CEDIDA POR FUNDACIÓN MAPFRE (EL PAÍS)
    Ni la disciplina ni las restricciones morales casaban con Ruano. Llevaba la picaresca en el ADN. Los autores del libro creen que, seguramente, le hubiera divertido leer El marqués y la esvástica, pese a que en el relato haya más sombras que luces sobre su vida. El propio Ruano dejó constancia en sus diarios y memorias de algunas de las pistas de las que han tirado los autores del libro. Casado y divorciado en la España de la República, paseó por la Europa dominada por el fascismo con su amante, Mary de Navascués, con la que tuvo cuatro hijos. El alzamiento nacional lo pilló en Roma donde había sido enviado como corresponsal de ABC. Cultivaba su imagen de dandi; zapatos de cocodrilo, corbatas de seda, chaleco inglés y bigote facioso. La policía de Mussolini lo puso bajo sospecha, los alemanes lo expulsaron de Berlín y, mal pagador hasta el final, no hizo efectivas ni las cuotas de Falange de la que poseía el carnet número 4 ni los emolumentos del médico alemán que ayudó al nacimiento de su primer hijo varón, lo que provocó que se abriera un proceso contra él y que la Gestapo lo pisara los talones. Practicamente el único al que no dejó nada a deber fue a Alfonso XIII con el que colaboró y del que pensaba obtener la hidalgía con la que soñaba. El escritor se jactaba de ser “cuñado de Alfonso XIII por la mano izquierda”. Y el libro apunta que Ruano tuvo una sobrina Borbón, se trataría de una hija ilegítima más del Rey, cuya madre fue Carmen de Navascués, tía de su compañera.
    Si Ruano tuvo algo bueno, los autores no lo han encontrado. El marqués y la esvástica se puede leer como una biografía en la que no quedan fuera ni las pulsiones sexuales del escritor al que le gustaba ver “a su secretario y a su amante en la cama. Ella ataviada únicamente con katiuscas”.
    Rosa Sala se pregunta si un periodista como Ruano, que cruzó todos los códigos deontológicos, debería tener una calle que lleve su nombre. Lo compara con Celine o Ezra Pound. Según sus datos, en los comienzos de su carrera periodística, especialmente entre los años 1933 y 1936 “trabajó de manera encubierta para los alemanes: Cobraba por hacer propaganda del régimen y firmaba trabajos que no había escrito “, añade.
    Para los autores del libro, la pista Ruano parece cerrada pero la historia podría tener una segunda parte que se centrará en Andorra y en las proximidades de la frontera donde se han encontrado restos de cadáveres, seguramente de judíos ejecutados por falsos pasadores. La historia se sigue reescribiendo pero como decía el propio Ruano: “La verdad, la verdad pura, apenas sirve para nada”.

    Un premio con otro nombre

    AMELIA CASTILLA
    Fundaciones judías como Wiesenthal o Klarsfeld apenas han prestado su colaboración en la investigación que ha generado El marqués y la esvástica.Tampoco Pablo Jiménez, director general de la Fundación Mapfre y depositario de buena parte del archivo del escritor, les dejó ver los papeles que obran en su poder. “Leí dos capítulos del libro que me enviaron los autores y me parecieron tendenciosos y faltos de objetividad. Claramente se trataba de un libro contra Ruano”
    Jiménez niega cualquier tipo de relación entre el cambio de titularidad y orientación del premio que llevaba el nombre de Ruano desde que se inauguró en 1975. “Se llamó así porque la Fundación Mapfre ocupa lo que antaño era el Café Teide, en el que Ruano escribía cada mañana sus artículos, frente a un café y un cenicero”, dice. “Pertenece a la generación de escritores que se refugiaron en los periódicos, columnistas de lujo que tuvieron su momento en una época pero las cosas han cambiado”. El valor del artículo de antaño lo ocupan ahora los reportajes muchos de los cuales se leen como relatos cortos; es el momento también en que muchas novelas tienen que ver con la realidad. “En ese contexto, hacía tiempo que llevábamos dándole vueltas al cambio, queríamos abrirnos a Latinoamérica, acoger a los blogueros... así que finalmente modificamos las bases del premio reconvirtiéndolo en un galardón al relato corto y ampliándolo con una web, en la que trabajamos ahora, dedicada a la literatura en español”.



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