martes, 21 de enero de 2014

Benjamin Lacombe / Blancanieves


Benjamin Lacombe
BLANCANIEVES







Lacombe y Blancanieves0106


"He disfrutado mucho dibujando a la reina malvada de Blancanieves, pues he procurado hacer algo diferente de ese personaje: se transforma en cuervo, es rubia, muy nórdica, al estilo de Nicole Kidman, y con ese aspecto frío que me recuerda a Madonna. Es totalmente opuesta a Blancanieves, que es una niña cándida y morena".

Benjamin Lacombe












Benjamin Lacombe ilustra 

la Blancanieves más bella

La editorial Edelvives revive por Navidad el clásico de los hermanos Grimm en un álbum ilustrado por la mano del dibujante francés y adaptado por Suzanne Kaboc.
CONCHA CARRÓN (EFE) / MADRID | ACTUALIZADO 09.12.2011 - 10:21

La nueva versión ilustrada de Lacombe (Edelvives) no puede dejar indiferente al lector ya desde su portada, en la que se ofrece a una yacente Blancanieves blanquísima, de ojos rasgados y cabello de ébano, junto a un cuervo, en un bosque misterioso y con la roja manzana culpable de su mortal sueño en un borroso primer plano. 

En el interior, el prestigioso ilustrador francés deja volar su fantasía con sorprendentes imágenes, como la de una desconsolada manzana que representa la cara de Blancanieves inundada de lágrimas de sangre que se derraman por el suelo. 

El texto respeta la versión más larga creada por los hermanos alemanes Jacob y Wilhelm Grimm, con los tres intentos de la madrastra de Blancanieves de matarla, pero también la más malvada, con una reina que odia tanto a su hijastra que siente "náuseas al verla". 

El final también respeta el texto original de los creadores de famosos cuentos de hadas procedentes de la tradición oral como La Cenicienta, Hansel y Gretel, La bella durmiente o Juan sin miedo, al acabar con la malvada reina muerta tras calzarse los zuecos de hierro incandescentes con los que se castigaba a las brujas. 


El álbum ilustrado, adaptado por Suzanne Kaboc y traducido por Elena Gallo, se centra en los personajes principales del cuento: Blancanieves, la madrastra, los enanitos y los animales del bosque, dejando en un segundo plano al príncipe. 

Este sólo aparece en la escena final, cuando los portadores del ataúd de la princesa tropiezan y la niña despierta al salir de su garganta el trozo de manzana envenenada. 

Mención aparte merece también el cazador que siente lástima de la niña y no cumple el deseo de la reina de matarla, que sólo aparece reflejado como una terrible sombra en el tronco de un árbol.

Los momentos de mayor dramatismo los deja Benjamin Lacombe para un primerísimo plano de Blancanieves en el momento de morder la roja manzana envenenada y los dos actos posteriores, cuando la princesa cae al suelo muerta y un cuervo se posa sobre ella. 


La última de las imágenes que contienen mayor tensión representa a los enanitos en el momento en que encuentran el cuerpo sin vida de Blancanieves siendo observados por un par de cuervos desde lo alto de un árbol, en la que la única nota de color es el rojo de los gorros de los enanitos. 

Las ilustraciones en color se alternan con las realizadas en blanco y negro, que el dibujante utiliza para reflejar a una asustada princesa abandonada y perdida en medio del bosque, a la niña durmiendo mientras es descubierta por los enanitos o barriendo y también para el momento final, cuando despierta en brazos del príncipe. 

El color lo reserva para la madrastra, a la que Lacombe ilustra metafóricamente convertida en un gran pavo real, para las imágenes de la princesa creciendo convertida en una bella joven y para la manzana, cuyo rojo intenso destaca en numerosas páginas del libro. 

Por su intensidad y dramatismo, esta revisión del clásico de Blancanieves merece no quedarse sólo en las estanterías infantiles de las librerías, al estar perfectamente adaptado para todo tipo de públicos.






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