sábado, 24 de noviembre de 2012

Richard Lam / Una foto memorable



Richard Lam

Una foto memorable



"Todo el mundo me pregunta quiénes son". Pero no lo sabe. Richard Lam, autor de una fotografía tomada en unos disturbios en Vancouver que ha dado la vuelta al mundo, explica para el diario 'The Guardian' cómo capturó una imagen que lo tiene todo para situarse junto a los grandes iconos inmortalizados en un clic.

Una pareja de jóvenes aparece tumbada en el suelo. La chica tiene la espalda sobre la calzada y un chico posa su boca en la cara de ella. Como dice Lam, no queda claro si se están besando o ella está herida. En primer plano y desenfocado manda un antidisturbio, que en la mano derecha sostiene una porra y en la izquierda un escudo. De fondo, se aprecia a una multitud de personas perseguidos por otros policías.






Esa noche se había disputado la final de la Stanley Cup, de la Liga Profesional de Hockey sobre hielo. Tras perder el equipo local, los Canucks de Vancouver, se produjeron violentos disturbios en los que cientos de personas provocaron incendios, volcaron vehículos y destruyeron establecimientos comerciales.


Cien heridos y media docena de apuñalados fue el saldo de la noche. En esas circunstancias Richard Lam vio a dos personas tendidas en el suelo. No pudo diferenciar por qué. "Supe que había capturado una escena cuando vi dos cuerpos contra el suelo. Pero no fue hasta más tarde cuando mi editor me señaló que las dos personas se estaban besando", afirma Lam a 'The Guardian'.







Insiste en que no sabe qué están haciendo. "Miro la fotografía pero no sé qué pensar", señala. Todo el mundo le pregunta, pero no tiene una respuesta. Una segunda fotografía divulgada después de que la del "beso" haya dado la vuelta al mundo parece cerrar el misterio. Más que un gesto de cariño, parece cerrar la incógnita. La chica está tendida en el suelo, aparentemente, tras haber sido golpeada por la Policía. Su compañero solo le estaría dando auxilio.







Después del beso
por Richard Lam / Toronto Star / AFP

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Ese miércoles comenzó como cualquier otro. Pero fuera de toda planificación, ese 15 de junio se transformaría en uno de los días más importantes de mi vida. Cuando eran las 9.30 de la noche, y yo ya daba por cerrada mi jornada laboral, desde Getty -la agencia para la cual trabajo- me pidieron reforzar al fotógrafo que, hacía dos horas, cubría los disturbios producidos en Vancouver luego de que el equipo local perdiera la final de un torneo de hockey.
Estuve allí sólo una hora. El desastre era total. La gente corría desesperada de un lado para otro. Todo pasaba muy rápido. Tengo miles de imágenes guardadas de esa noche. Yo recuerdo haber disparado mi cámara cientos de veces. De repente, a lo lejos, divisé a una pareja inmóvil en medio de una densa aglomeración de personas que escapaba de la vigilancia policial. En ese escenario de batalla, era extraño ver a dos personas acostadas en el suelo.
Lo único que pude pensar, en ese minuto, fue que alguno de los dos estaba herido. Tomé la cámara y congelé esa singular imagen. Pasaron sólo segundos y ambos chicos fueron rodeados por chismosos.
En ese momento nunca vi entre ellos un gesto cariñoso. Nunca un abrazo. Menos un beso. Qué equivocado estaba...
Dejé la protesta con bastante dificultad: la policía había bloqueado casi todos los accesos para así controlar la furia contenida en ese lugar. Fue toda una odisea arrancar del tumulto. Tan difícil como lo fue para la pareja, que entonces no se percató que yo la había fotografiado. Ni menos que, un par de horas más tarde, se transformarían en "famosos " en varios rincones del planeta.
Me fui de allí con la convicción de que tenía una foto bonita. Nada más que eso.
Más tarde, en la sala de edición, descubrieron lo que yo nunca vi: la pareja tendida en el suelo se estaba besando. La conmoción fue total. Y, por supuesto, fue la foto elegida para ser publicada en los diarios de Canadá.
Al otro día, el padre de Alexandra Thomas -la chica canadiense de la foto- me llamó por teléfono. Me dijo que su hija, apenas se enteró de que era la "protagonista" de la noticia, quería conocerme. Agendamos un café para el viernes 17, dos días después de las movilizaciones. Ella llegó con su novio, Scott. Estaban bastante nerviosos. No sabían cómo enfrentar a la prensa.
Conversando con ellos me enteré de que el día del tumulto la pareja no estaba protestando. Ese día, dejaron la casa de sus amigos sólo porque escucharon gritos: supusieron disturbios y decidieron ver in situ lo que estaba pasando. Después de caminar un rato, quedaron atrapados entre la multitud. Fueron abatidos por los policías y tenían mucho miedo. Fue entonces cuando a Scott, para calmar a Alexandra, se le ocurrió besarla.
Los chicos, finalmente, decidieron hablar sólo con dos medios: uno australiano y otro canadiense. Luego viajarían a California, para después instalarse definitivamente en Australia.
Antes de despedirme ese viernes, los fotografié de nuevo. Relajados, mirándose, sonriendo. Instantáneamente comencé a pensar en las miles de imágenes que he fotografiado en mi vida. Y ahora, por primera vez, percibí cómo una sola puede marcar una diferencia tan grande. Nunca me había pasado que una sola de mis fotos periodísticas diera vueltas por el mundo con tal rapidez.
Hoy estoy recolectando esa imagen publicada en diarios de todo el mundo para entregársela a mi hijo de cinco años. Será un regalo valioso.


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